Prime, mi primera Macbook Pro

Hace mucho tiempo tengo pendiente escribir en mi blog que tuve una Macbook Pro. Siempre he admirado las Macs y MacOS X (recuerdo la primera vez que pude usar una G4) pero de lejos, porque su alto precio las hacía inaccesibles para mí.

En el 2015 apareció la oportunidad de comprarme una Macbook Pro Early 2011, muy bien cuidada y a un precio asequible. Siempre me veía en un futuro lejano usando una Mac e, inesperadamente y sin sentirme listo, la oportunidad estaba allí delante mío. Ese día futuro había llegado y no lo podía creer.

Le puse de nombre “Prime,” porque era mi primera Mac.

Mi máquina en ese entonces era una Lenovo Thinkpad X200 Tablet (“Tumbler”), en la cual tenía un híbrido de sistemas operativos: Windows XP como sistema operativo principal y Ubuntu Linux dentro de Virtual Box. La razón por la que usaba Windows era para evitarme problemas con el hardware (entiéndase: impresoras, scanners, etc) y usar software exclusivo para Windows (notablemente, PaintTool SAI). Sin embargo, todo el grueso de mi trabajo lo hacía en Linux, el cual no requería muchos recursos.

MacOS X vino a ser la amalgama ideal de esa configuración: un Unix con soporte de primera clase por proveedores. Adicionalmente, ahora tenía acceso a programas exclusivos para Mac los cuales, en mi opinión, tienen una mayor calidad y pulido que las alternativas de Windows. Y cuando descubrí CLIP Studio Paint para MacOS, fui enormemente feliz (hasta entonces seguía usando Paint Tool SAI en la X200 Tablet).

Ya muchos han escrito acerca de las bondades y peculiaridades del ecosistema de Apple y las Macs. El quid principal, en lo que concierne a ecosistemas opinados, es que si la dirección coincide en su mayoría con tu modo de pensar, todo es felicidad y dicha. Es en la diferencia de opiniones fundamentales donde ocurren los conflictos y debates acalorados, y ahora que Apple está llevando las Macs por una dirección distinta (otra vez) muchos fanáticos veteranos se encuentran en una posición de disgusto y decepción.

¿Mi posición? Me gusta mucho el just works del ecosistema de Apple, que mi impresora, tableta Wacom y otros dispositivos tengan drivers propios del proveedor (y no un tercero no oficial como es lo usual en Linux), la experiencia del sistema operativo (¡ese scroll tan suave y perfecto!) y la comunidad que gira en torno a MacOS.
Por otro lado, hay cositas que me sorprendieron, como la falta de soporte de ext4fs (requieres comprar un driver de un tercero), el sistema de ficheros case insensitive, el flujo ilógico para ver imágenes, lo mucho que se calentaba el cuerpo de aluminio (sobre todo en mi calurosa oficina en la calurosa Ica), entre otras cosas. Pero lo que más, más me irrita con pasión son los pésimos adaptadores de corriente. Apple tiene mucho cuidado del hardware, excepto el adaptador, cuyo cable se rompe con la mirada.

Para mi deleite, mi vieja máquina del 2011 podía usar MacOS X El Capitan, la versión más reciente del 2015. En el 2017 pude actualizar también a High Sierra, pero finalmente fue con Mojave en el 2018 que mi Macbook Pro fue excluida. Siete, casi ocho años, es bastante tiempo en lo que concierne a legado de hardware, Apple ha sido muy generoso.

En el 2019 decidí que era necesario hacer un upgrade. El problema es que mi presupuesto estaba más ajustado que antes, y las Macs seguían igual de caras que siempre.

A World without Jobs

A World without Jobs

Apple made technology safe for cool people—and ordinary people. It made products that worked, beautifully, without fuss and with a great deal of style. They improved markedly, unmistakably, from one generation to the next—not just in a long list of features and ever-spiraling complexity (I’m looking at you, Microsoft Word), but in simplicity. Press the single button on the face of the iPad and, whether you are five or 95, you can begin using it with almost no instruction. It has no manual. No geeks required.

Steve Jobs was the evangelist of this particular kind of progress—and he was the perfect evangelist because he had no competing source of hope.

Hello, iPad

Finalmente Apple anunció ayer su tan especulada tableta, llamada iPad. Toda la web está generando electrones describiendo sus características y haciendo harto buzz. Hay varias cosas a resaltar, dentro de las cuales la más notable es la velocidad, pero hay una cosa que me llamó mucho la atención y creo que es el feature más importante del iPad: el precio.

Estaba seguro que el iPad estaría en el rango de los 1,000 dólares pero — y tuvieron sumo cuidado de enfatizar esto — están empezando desde unos agresivos 500 dólares. Los productos de Apple se han caracterizado por ser caros, pero esta vez el juego es diferente. Un aparato tan revolucionario con este precio va a cambiar muchas cosas.