Redefiniendo y redibujando el Miedo

Este post es un extracto de una carta que le escribí a una amiga que no logró una meta importante. Menciono al artista argentino Juan Giménez, uno de mis héroes de juventud, a quien de chico intentaba copiar (con escaso éxito).

Solía dibujar todo a lapicero. No me gustaba el lápiz por dos motivos: había que sacarle punta y manchaba. Oh, por supuesto que el lapicero también manchaba, y manchaba peor! Pero allí estaba yo, dibujando con lapicero, donde cada error lo tienes que disfrazar con otro trazo o, peor aún, con una sombra, o la clásica del cabello negro.

Pasar del lapicero al portaminas fue un progreso. Cada vez que hacía una línea chueca, podía borrarla y dibujarla hasta que quedara bien o hasta romper el papel. Usualmente pasaba lo último.
Dibujar con lapicero es difícil, porque no te da lugar a errores. Y si los cometes, tienes las siguientes opciones:

a) Dejarlo allí.
b) Disfrazarlo (que implica frecuentemente cambiar la idea original).
c) Descartar todo el dibujo.

Con el portaminas y un borrador te das permiso para cometer errores. Lo que hacía era borrar y deshacer las líneas que me habían salido mal. U ojos o bocas que no me salían bien. Borrar está bien, pero había algo que todavía no había aprendido, que todavía no había hecho click! en mi cabeza.

Pasar del borrar un trazo a borrar todo un dibujo entero fue otro progreso, y uno muy grande. La lección es muy clara: “No tengas miedo de borrar,” pero eso tiene un significado enorme. Muchas veces me ha pasado esto: he dibujado un rostro y no he quedado del todo contento. Lo borro para volverlo a dibujar y me sale peor! Y luego lamento haber perdido el rostro original para siempre (nunca lo puedes volver a dibujar). Así que no quería borrar. Empezaba otro dibujo o hacía cambios mínimos.

Empecé a mejorar bastante cuando le perdí el miedo a borrar.

Cometer errores es parte de crecer. Borrar y deshacer cosas está bien. A veces borramos cosas y luego nos lamentamos, pero del mismo modo otras veces obtenemos algo mejor. A veces se gana, a veces se pierde. Lo importante es aprender de las pérdidas. Aprender de los errores. Rescatar la lección.
Tenemos que darnos permiso para borrar. A fallar. A ser humanos. A dejar el lapicero y aprender a:

a) No dejarlo allí, sino hacer algo con ello.
b) No disfrazarlo, sino corregirlo, y estar dispuesto a cambiar de planes.
c) Descartar todo el dibujo.

Aún hoy no dibujo como Juan Giménez, pero definitivamente dibujo mucho mejor que antes. Una razón es haber estado dispuesto a ver mis errores y corregirlos. La actitud y la perseverancia tienen mucho que ver aquí. No se trata de llorar o lamentarse por no ser tan bueno dibujando, sino de hacer algo por ello.

Ahora, una cosa es querer algo y otra cosa es estar dispuesto a pagar el precio por ello. Muchas personas quieren cosas pero no están dispuestas a sacrificar otras cosas con tal de obtenerlo. Es un querer que no llega más allá a un capricho, a un vano anhelo. No es un querer apasionado, del que rompe barreras, del que te amaneces, del que te aferras a ello a pesar de lo feas que se ponen las cosas alrededor tuyo.

Muchas personas sienten pasión y encuentran la cura para una enfermedad rara. Otras, lanzan un avión entero contra las Torres Gemelas. La diferencia entre unas y otras es lo que Dios opina de ambas motivaciones.
Si Dios me ha dado este talento para dibujar no es para que lo use para mi propio provecho, o para mi propia gloria, sino para Su gloria, y para Su uso. Porque así como El me dió estas manos, igual me las puede quitar.

Si prosperamos en algo, es porque Dios lo permite. Si anhelamos algo, como creyentes que somos debe ser siempre para gloria Suya, para uso Suyo. Dios no nos quiere dar algo sabiendo que lo utilizaremos para alejarnos de El. Nuestro Padre nos quiere cerca, lejos del peligro, lejos de Satanás. No quiere que nuestra pasión sea otra cosa que no sea El mismo.

El quiere darnos lo mejor.

Muchas veces “lo mejor” no significa salir siempre victoriosos. “Lo mejor” es a veces fallar, porque de ese modo aprendemos. Porque de ese modo entendemos que quien tiene el control es El, no nosotros. De ese modo aprendemos a depender de El. De ese modo conocemos que El tiene un propósito en nuestras vidas, y que en ese propósito somos completos y felices.

Cómo podemos saber qué es lo que El quiere? Cómo podemos saber cómo ser completos y felices? Esa es una respuesta muy larga que Dios hace tiempo quiere contestarte.

2 Replies to “Redefiniendo y redibujando el Miedo”

  1. […] Esta es la tercera y última parte de una serie de posts: – Redefiniendo y redibujando el Miedo – Redefiniendo y reprogramando el Miedo […]

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