The Preacher and His Preaching

Estoy leyendo “The Preacher and His Preaching,” un muy profundo libro escrito por Alfred P. Gibbs en 1951. Es una excelente lectura edificativa sobre, como se titula, el Predicador y su Prédica. Gibbs escribe:

No podemos divorciar al predicador de su prédica. En una manera muy real el hombre es su mensaje; el predicador es su proclamación; el interlocutor es su sermón. Es el hombre detrás del mensaje que determina su peso pues aquí, como en todo, la calidad es preferida a la cantidad.

Gibbs es denso. Son 441 páginas (en la Tercera Edición) con muchos pasajes tan profundos que hace a uno detenerse constantemente a pensar. Es un libro que debe masticarse y ser digerido lentamente. No he podido leer el libro de tapa a tapa, he optado por saltearme capítulos a fin de leer temas que me interesan de inmediato. Espero poder leerlo todo, aún si lo hago en desorden.

El libro abarca en amplitud y profundidad diversos aspectos del predicador y su mensaje. El llamado del predicador, la necesidad de predicar, los requisitos del predicador, los peligros del predicador, la estructura del sermón, tipos, modos de entrega, materiales de ayuda, etc.

Tan solamente los requisitos de un predicador abarcan cuatro capítulos. Uno termina pensando que no está apto para el trabajo. Me viene a mente MacDonald cuando escribe, “el mensaje siempre será mayor que el mensajero.” El llamado del Señor es serio, y debemos responder seriamente también. Gibbs cubre de lleno la calificación espiritual del creyente que predica y, como ejemplo de su abarque completo, incluye su presentación y cuidado físico.

Para aquel creyente que tenga el interés de predicar la Palabra es un libro altamente recomendado, pero estando propiamente advertidos por el autor en las primeras páginas:

“Es apenas necesario decir que la lectura y estudio de este libro no impartirá a ningún creyente el don de la prédica, o de la enseñanza de la palabra de Dios. Tampoco lo hará ningún curso de Escuela Bíblica o Seminario teológico. Todas lectura de libros u oír lecciones no pueden crearla jamás. Sólo Dios puede impartir este don de hablar a Su pueblo. El propósito de este libro es meramente de ayuda al Cristiano a desarrollar el don que tenga hacia esta dirección.”

Mi primera DSLR

Años atrás, mi hermano nos envió fotos familiares desde el extranjero que definieron un instante en mi vida. Esas fotografías me impactaron porque tenían cualidades profesionales. Un “desenfoque” (profundidad de campo, pero en ese tiempo no conocía el término), colores y calidad que jamás había visto en una fotografía “casera.” Mi hermano contestó a mis entusiastas preguntas por teléfono explicándome que tenía una cámara SLR (Single Lens Reflex).

Transcurrieron los años y mi interés por tener una SLR se encendió otra vez con las fotografías de Miguel Lora y sus comentarios en su blog. Yo también quería tomar fotos así de profesionales. En el 2007, cuando las cámaras digitales ya estaban reinando, me compré una Canon EOS 300 (aka Rebel 2000), mi primera SLR de rollo. Esa es la cámara con la que tomé las fotos de la boda de Aleks y Eunice, entre otras. Con esa cámara empezó mi aprendizaje serio de fotografía.

Deseoso de tener una SLR digital (DSLR), pero sin el equipamiento económico suficiente, compré con Oliver nuestras Canon Powershot S5 IS. No eran DSLRs, sino compactas avanzadas con controles manuales y prestaciones para prosumers. Esta cámara ha sido mi fiel compañera con quien he tomado incontables fotos con resultados muy satisfactorios.

Finalmente, se dio la oportunidad para comprar una DSLR propia. Siempre andaba moviendo la compra a fechas futuras, en parte pensando “aún no me he ganado el derecho de tener una DSLR,” y fue mi esposa quien desarmó todo eso y me animó a comprarla ya. Entonces todas las circunstancias comenzaron a abrirse una por una. El dinero ya estaba ahorrado, encontré una buena cámara a buen precio, luego el precio se redujo promocionalmente todavía más, unos creyentes se ofrecieron para traerla de Estados Unidos, y así sucesivamente. Ahora tengo en mis manos, finalmente, una DSLR.

Es una Canon Rebel T1i.

Sí, no es un error, es una Rebel T1i. El modelo más reciente de Canon (en el 2012) es la T4i. La T1i es un modelo del 2009. Mi nueva cámara es ya tres generaciones vieja. Y la elegí así por dos razones.

La primera es, obviamente, el precio. La T1i estaba a la mitad de su precio original de venta, al que encima hubo otro descuento adicional por temporada. ¡Era la oportunidad! Mi plan original era comprar una Rebel XSi de segunda, pero Oliver me convenció que comprar de segunda no era buena inversión. Ahora, mi T1i es refurbished, así que no es técnicamente nueva, pero está reacondicionada por Canon y con garantía — y a un precio menor de lo que iba a pagar por la XSi.

La segunda razón es que es suficiente cámara para dar el siguiente paso en mi escalera fotográfica. He aprendido a abrazar las limitaciones y no caer en la trampa de “necesitas más megapixels, menos ruido en ISOs altos, sensor más grande, otro lente más,” sino concentrarme en la técnica y sacarle hasta la última gota de lo que tengo.

La T1i que compré es sólo el cuerpo, sin lente. Tengo el lente kit 28-80mm f/3.5-5.6 III de mi EOS 300 y compré aparte un lente 50mm f/1.8 MkII usado que me costó $80. Nuevo está $140 (¡y en Saga Falabella, $170!). Este lente es también conocido como el “Nifty-Fifty” o “the Plastic Fantastic” porque es un lente de primera calidad a un precio baratísimo. El hobby fotográfico es caro (aunque no tan caro como los automóviles o aviones), pero si se sabe dónde buscar y ser paciente, es posible construir un sistema decente.

Y ahora que finalmente tengo una DSLR, ¿cuál es mi siguiente sueño fotográfico? Tomar fotos en blanco y negro y revelarlas en casa como lo hizo mi Papá.

Mi Olympus 35 LC

Estoy usando la vieja cámara rangefinder de Papá, una Olympus 35 LC, creada en 1967. Mi Papá la mantuvo en excelente estado, y aún con todos esos años encima, funciona perfecta. Me encanta tomar fotos con esta cámara, prácticamente ha reemplazado mi Canon Powershot S5 IS. Es una belleza.

Siendo una cámara de rollo, no hay EXIF, así que tengo que tomar nota a mano de la apertura y velocidad de obturación en una libreta, revelar las fotos y compararlas con mis notas. Hago varias tomas con diferentes valores para ver cómo se comporta la cámara bajo diversas circunstancias y posteriormente usar ese conocimiento para obtener la imagen que quiero. Durante años la fotografía ha sido así antes de la inmediatez digital.

Parece aburrido, absurdo y anticuado hacerlo así en esta época, pero tomar fotos con rollo te hace ser más paciente, más cuidadoso y observador de lo que estás haciendo. Te detienes y prestas atención porque cada toma es limitada y tiene un precio. No puedes borrarla posteriormente. Y así, en el poco tiempo que he estado usando esta cámara he aprendido bastante de fotografía.

Si cometes un error usando una cámara digital, lo corriges inmediatamente, vuelves a tomar la foto y te olvidas de ello. Cuando cometo un error con rollo, no hay segunda oportunidad para arreglar la toma. Lamento haber perdido la foto y luego me pongo a investigar el por qué fallé y qué debí haber hecho. La siguiente vez que estoy en una situación similar inmediatamente recuerdo la ocasión anterior y hago los ajustes necesarios. He aprendido. Estoy seguro que usando una digital volvería a cometer el mismo error y volvería a hacer ajustes sin prestar atención.

Cuando la suma de toda esa experiencia pasada resulta en una buena foto, la satisfacción es indescriptible, es como sacarse un gran premio bien merecido.

El rollo te hace mejor fotógrafo.

Esta foto de Niza es la número 26, 250 a f/1.7. Había muy poca luz, ya estaba anocheciendo. No habría podido tomarla con la S5. El lente es un G. Zuiko de 42mm, muy fino. La apertura máxima del lente es de f/1.7, lo que me permite tomar fotos naturales con poca luz sin necesitar flash. Puedo tomar buenas fotos a 1/30, pues es una rangefinder y no tiene un espejo que se mueve; está hecha de metal, así que el peso me ayuda a mantenerla firme.

Luego de décadas la batería dejó de funcionar. Wein tiene un repuesto de Aire-Zinc que me costó $8.00. Es caro, pero el consumo es tan bajísimo que lo más seguro es que la historia se repita y sea uno de mis hijos quien le compre su próximo repuesto.

Hay toda una comunidad de aficionados a las rangefinders, dentro de la cual mi cámara es una de las raras. Me siento como invitado a un club exclusivo, al cual no merezco estar allí. La pasión de todos ellos por sus rangefinders me hace apreciar más la mía; sobre todo porque tiene un valor sentimental gigantesco.

Cuando la uso me siento más cerca de Papá, mirando el mundo a través del mismo visor.

Una cámara a la mano

Todo fotógrafo lamenta aquellas oportunidades fotográficas perdidas por no tener una cámara en el momento. Oliver sugería comprar una Point-and-Shoot para llevarla en el bolsillo. Ahora lo veo tomando fotos muy buenas con su Motorola Milestone. La opinión general es que la cámara del iPhone 4S ha reemplazado la P&S y es, para muchas personas y muchos casos, suficiente. Pero yo tengo un viejo iPhone 3G y ningún presupuesto para una 4S.

La cámara ideal sería una mezcla de DSLR con una P&S, lo cual ya existe: las Micro Four-Thirds. Controles manuales, profundidad de campo, lentes intercambiables, un sensor decente, etc. Todo fenomenal, a un tamaño ideal, a excepción de… el precio. A menos que se pague por sí mismo, no puedo justificar gastar mil dólares en una cámara.

Así que he optado por ignorar el tamaño y sacarle provecho a lo que tengo. Cambiar la mentalidad de “Si tan sólo tuviera _______” por “Esto es lo que tienes; sé creativo.” La forma y tamaño de mi Canon Powershot S5 IS la hacen engorrosa de llevar. He estado usando más la Olympus 35 LC (la rangefinder de rollo de mi Papá) a pesar que, irónicamente, es más grande y más pesada que la S5 (¡metal!). Su forma hace bastante diferencia para cargarla en la mochila y, no hay otra forma de decirlo, tomar fotos con ella es un exquisito placer.
Mi Canon EOS 300 (una SLR de rollo) la tengo que llevar desarmada (el cuerpo más el lente kit 28-80mm) y es incómodo. Podría prescindir del battery grip si comprase un par de pilas CR2 (¡cuestan 15 soles cada una!) con lo que su tamaño se reduce enormemente. Es la más ligera de todas (¡plástico!) a pesar de ser, armada, la más grande. Y es una SLR hecha y derecha.

No hay solución perfecta, así que ando llevando una u otra — en realidad elijo o bien la Canon S5 IS o la Olympus 35 LC. No me animo a sacar la EOS 300 aunque acaba de terminarse el rollo de la 35 LC y quizás eso me motive a meterla en la mochila.

Mi meta es tomar más y mejores fotos, tanto artística como técnicamente. Lo que me movió a todo esto fue este capítulo de The Bastards Book of Photography:

Showing up with a camera is important, no matter what kind of camera it is or whether you plan to take a single photo with it.

Everyone can remember a time when they saw something great and if only they had their camera then but now the moment has passed. No one remembers the times that they didn’t show up at all, and of course, neither will anyone else. So it’s great to be knowledgable and proficient at photography. But that means nothing if you don’t seek out the situations worth photographing.

Niza

Adoptamos una gatita y se llama Niza. Nació el 14 de Febrero. Como aún es pequeña es bien traviesa y a veces hace sus desastres. Le gusta el té y la leche. Le gusta jugar a cazar papeles y el Whiskas de Pollo y Leche. Le gusta la compañía, siempre nos busca para estar cerca de alguien.

Ya he tenido gatos antes y he vivido esa anécdota que, de chiquitos, duermen largamente en el más inesperado escondite y uno se angustia pensando que se ha extraviado. Al principio estaba tranquilo sabiendo que en algún huequito debía estar. Luego nos empezamos a preocupar seriamente porque ya habíamos buscado en todo lugar probable y empezado en los improbables. Estábamos al borde de la preocupación cuando ella salió con ojos soñolientos del cajón de la cómoda de nuestra habitación.

Tengo más fotos en este set de Flickr de Niza.