Octubre 07, 2004

Living in Lima loca
Whew, finalmente encuentro un momento para escribir algo. Estos días han sido muy ajetreados. Mi jefe Kike me hizo una proposición para dictar una capacitación, algo que en otro momento no habría aceptado. Pero Dios me ha cambiado y estoy cambiando, aceptando retos y enfrentando miedos infundados; lanzándome al vacío y aceptando cosas que en un pasado hubiese dicho “No.”

El hecho de encarar estas cosas me da una confianza y despreocupación que me sorprende a mí primero. Estoy alojado en las oficinas de Peruserver, literalmente hablando (mi cuarto es una de las oficinas). Tengo que “armar” y “desarmar” mi cuarto constantemente, y como es una de las oficinas no tengo nada de privacidad, intimidad ni tampoco un lugar donde pueda desaparecer y alejarme del trabajo. Esto es algo que he aprendido a detestar: hacer que mi vida gire alrededor del trabajo, que mis días se conviertan en un flujo constante de oficina. No he cambiado en ese aspecto, pero sí en uno importante: aprender a aceptar cambios, y a soportar cosas que me disgustan porque los beneficios me ayudan a largo plazo. Estoy viviendo en una oficina, sí, pero no lo estoy haciendo de mala gana. Estoy aceptando esto deportivamente y hasta me río cuando recuerdo y escribo esto.

Tengo como cama un colchón inflable que se desinfla, heh. He improvisado un lugarcito como closet y una maleta sin usar de Kike para guardar mis pantalones y chompas. Tengo que sacar y guardar todas mis cosas constantemente. Una parte de mí se pregunta si aguantaré estar así durante todo un mes, mientras la otra dice: “Bah, sólo tienes que aguantarlo por hoy.”

El día Martes Kike me llevó a Cáritas del Perú, que es donde doy la capacitación y no llegó a explicarme cómo regresar a la oficina. Cuando terminé no tenía ni la más remota idea de cómo regresar, pues no conozco la zona donde está la nueva oficina ni tampoco referencias de qué quedaba cerca.
Nuevamente, en otras circunstancias habría estado hasta el borde del pánico, habría tomado un taxi y me hubiese salteado el problema. Pero esta vez ya basta de tonterías. Qué es lo peor que podría pasar? Me perdería en Lima, fin. Pero Lima está rodeado de seres humanos que pueden indicarme el camino de regreso si resuelvo las cosas como programar: divido el problema en pedazos más pequeños. Primero llegar a Miraflores, luego llegar a la oficina. Así que hice un par de preguntas y me subí a un carro que resultó ser errado (juas). Lo gracioso es que no me importaba estar perdido. Estaba yendo por calles que jamás había visto en mi vida y no me importaba en absoluto. Hay un Dios allá arriba que me protege y nada me puede suceder sin que El no lo permita. Así que go, go, go.
En el trayecto extra empecé a reconocer ciertos sitios y me dí cuenta que estaba en Arenales. Me bajé y recordé que por ahí pasaba la 73, la misma que había visto pasar por cierta zona de Miraflores que había andado con Savre. Conozco ese carro porque es el que tomaba para ir donde mi hermano. Cuando apareció una 73 y caminaba para tomarlo me encontré con la persona más inverosímil de todas: Ernesto, un creyente de Covida y que conoce y se reúne con mi hermano. Nos saludamos y conversamos un rato y le planteé mi dilema. Finalmente me confirmó que la 73 era el micro que debía tomar. Go, go go.
Me he paseado con la 73 esperando que llegue a la parte de Miraflores donde lo ví pasar con Savre. Decidí ver qué tan cerca podría llevarme hasta la oficina así que seguí el trayecto. Pasamos por otra parte que había caminado con Savre y me dije “bien, vamos por buen camino,” excepto que luego se fue por otro lado completamente diferente. Pasamos por Larcomar y luego zonas que ya no se parecían a las que andé ese día. Ninguno de esos lugares se asemejaban a uno cercano a la oficina y ya no sabía si bajarme o esperar a ver qué sucedía. El problema era decidir si ya era suficiente trayecto.
Mirando los letreros de las calles ví uno que decía “Acacias cuadra 2.” Reconocí el nombre y caí en la cuenta que la oficina quedaba en la cuadra 7 de Acacias (estaba más concentrado en la avenida Reducto). Me bajé, caminé cinco cuadras y llegué a la oficina. Misión cumplida.

El día siguiente que fuí solo a Cáritas volví a perderme, heh. Para el regreso no tuve mayores problemas salvo que volví a pasarme de largo. Pero uno aprende y no tengo miedo.



Alex, Kike y yo almorzando


Hay microondas pero no hay cocina, de modo que mi dieta se encuentra nuevamente severamente limitada. Espero no volver a adelgazar, ni tampoco espero perder los ejercicios que he estado haciendo en casa últimamente. Gosh, olvidé contarles que compré un tubo de agua de 2″ y lo hize empotrar en un lado de la casa para hacer barras. Excelente ejercicio, aunque aún no veo los resultados.
Aquí no hay ningún lugar para hacer barras, pero Kike tiene una barra de esas de gimnasio, con pesas, que si bien no es lo mismo, al menos puedo seguir haciendo ejercicios. Sólo necesito que Kike me enseñe cómo, no vaya a ser que me lastime.

Esto de la columna creo que está dando resultados. Muchas veces me pillo a mí mismo con la columna encorvada, pero cierta vez quise andar derecho y no podía erguirme porque ya estaba bien erguido, plop! Aún no lo hago 100% pero fue una sorpresa bien graciosa.

Ahorita estoy en Ica, por eso tengo tiempo de escribir toda esta sábana de post, y cuando regrese a Lima tardaré un poco en volver a encontrar un equilibrio para seguir posteando regularmente. Voy a tener muchas cosas qué contar, y más adelante muchas, muchas otras cosas más cuando vea todo esto a ojo de pájaro, globalmente, viendo cómo he cambiado por dentro y por fuera. Dios está haciendo muchas cosas conmigo.

El futuro está lleno de sorpresas y ya no tengo miedo. Go, go, go!

2 Replies to “Octubre 07, 2004”

  1. QUISIERA ADMIRARTE, pero se que realmente Dios es que el te lleva a confiar en que nada malo te va a pasar

  2. El Lobo Estepario (el del cubil) Octubre 12, 2004 at 12:06 AM

    Al infinito y mas alla! no te olvides de mandar fruta, desde lejos… :D

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