¿Está mal dejar de reunirnos?

Estamos viviendo días difíciles con las crecientes infecciones y muertes ocasionadas por el coronavirus COVID-19. El gobierno de nuestro país (Perú) ha declarado estado de emergencia y obligado a toda la población a un aislamiento social. Como consecuencia, las reuniones de la iglesia también están prohibidas. Este Domingo, nuestras puertas estuvieron cerradas.

Pero, ¿está mal dejar de reunirnos?

Veamos lo que dice la Biblia. Romanos 13:1-2 dice: “Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas. De modo que quien se opone a la autoridad, a lo establecido por Dios resiste; y los que resisten, acarrean condenación para sí mismos.”

Entonces, en sometimiento a las autoridades, debemos obedecer a la ley emitida por el gobierno de aislarnos socialmente. No hacerlo es desobedecer a la instrucción de la Palabra. Como creyentes debemos dar ejemplo de obediencia y sujeción. No hacerlo traerá blasfemia al nombre de Dios.

Pero, ¿no es esto un incumplimiento a Hechos 5:29, “es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres”? No, porque este mandato gubernamental no fue dado en oposición a Dios, la Biblia, el evangelio o la iglesia, sino para prevenir y contener el avance del coronavirus.

Pero, ¿no dice Hebreos 10:25 que no debemos dejar de congregarnos? No aplica a este caso, porque es una medida temporal en circunstancias extraordinarias. Adicionalmente, el contexto del versículo es sobre considerarnos unos a otros, y en la iglesia tenemos personas críticamente vulnerables al coronavirus a quienes debemos considerar. Personas de edad avanzada, personas con salud delicada y niños.

Pero, ¿no es esto una falta de fe? ¿No estamos desconfiando del cuidado y protección de Dios? A veces, simplemente, la voluntad de Dios es escondernos.

Cuando Jesús era un niño, un ángel de Dios instruyó a José: “Levántate y toma al niño y a su madre, y huye a Egipto, y permanece allá hasta que yo te diga; porque acontecerá que Herodes buscará al niño para matarlo.” (Mateo 2:13). Permanecieron allí dos años, hasta que Herodes murió.

Juan 7:1 dice: “Después de estas cosas, andaba Jesús en Galilea; pues no quería andar en Judea, porque los judíos procuraban matarle.”

Juan 8:59 dice: “Tomaron entonces piedras para arrojárselas; pero Jesús se escondió y salió del templo; y atravesando por en medio de ellos, se fue.”

Dios mandó a Elías a esconderse en el arroyo de Querit. David se escondió de Saúl cuando intentaba matarle. Pablo se escondió de los alborotadores de Asia.

Hoy es momento de escondernos, de protegernos y proteger.

¿Quién debe tener fe en el cuidado y protección del Señor? Aquel que pertenece a las fuerzas de la salud, del orden, del servicio esencial a los enfermos y necesitados. Esconderse sería una irresponsabilidad y evasión de su tarea terrenal.

¿Pero acaso no es la predicación del evangelio esencial? No cabe duda que lo es. Pero podemos hacerlo sin desobedecer a la autoridad superior, aislados socialmente, por teléfono, por internet. Los medios de comunicación no se han cortado. Esa es la manera correcta. 1 Corintios 14:40 dice: “Pero hágase todo decentemente y con orden.”

Entonces, para concluir, ¿está mal dejar de reunirnos? Dadas las circunstancias que vivimos en este año 2020, no, no está mal el dejar de reunirnos.

Debemos acatar las leyes y persistir en la oración para que el Señor en Su gran misericorida detenga esta pandemia prontamente, conforme a Su Voluntad divina.

Es difícil dejar de reunirnos, pero en su lugar acumulemos ánimo y expectativa del día en que reanudemos las reuniones y adoremos todos juntos nuevamente a nuestro Señor y Salvador, Jesucristo.

P.D.: Lávense las manos.

Libro 2 del 2020: Upstairs at the White House de J.B. West

Quise leer algo biográfico esta vez. J.B. West fue ujier de la Casa Blanca y cuenta diversas anécdotas sobre los Presidentes, las Primeras Damas y el manejo de la Casa Blanca durante los años 1941 (con los Roosevelt) hasta su cese en 1969 (con los Nixon).

A mi Mamá le gusta que le cuente lo que ando leyendo y esta vez fue encantador hablarle de personas de su época. Mi capítulo favorito fue los Kennedy. Lo devoré queriendo saber cómo fue el asesinato de JFK desde los ojos del autor.