$HOME is where the heart is
Hace mucho tiempo atrás, circa 2000, conversé con mi Papá sobre la idea de comprar una casa. El me ofreció una alternativa que en primera mención no me pareció muy atractiva. Nuestra casa es grande, de dos pisos. El me ofreció darme de una vez una parte de la casa como la heredad que me corresponde.
Hay una parte romántica dentro de mí que no quiso ver la casa en la que he vivido toda mi vida dividida en pedacitos. Creo que es esa parte que tienen todos los mayores cuando se rehúsan al cambio, al progreso (eso de “En mis tiempos…”).
En conversaciones posteriores empecé a gustar de la idea e inclusive mi Papá delineó qué modificaciones habría que hacer para independizar un piso de otro, cómo implementar una cocina, etc. Recuerdo que la idea me entusiasmó e inclusive empecé a dibujar y diseñar cómo quedarían las modificaciones de la cocina (juas, ahora que recuerdo, quería una isla en esa cocina).
Para esa época yo estaba trabajando en las cabinas de internet de mi primo (en la Calle Lima, ELW Internet Services) y no ganaba mucho. Mis ingresos no eran los suficientes para pedir un préstamo, pero mi Mamá me dio la idea de ir comprando poco a poco los materiales (pintura, fierros, etc).
Quizás debí haberle hecho caso. :(
El día Sábado le comenté mis investigaciones a Papá y me hizo recordar la idea de tomar el segundo piso de la casa. Uno de los motivos por los cuales no era muy animoso en tomar el segundo piso era porque viviría demasiado cerca de mis padres, y eso a veces trae sus problemas. Esa era una de las Reglas que me han sido enseñado desde pequeño (como la otra controversial Regla: “cuando tengas tu primer hijo, tu esposa debe dejar de trabajar” (ahórrense los comentarios, esa regla es irrevocable — si no te gusta, no te cases conmigo)).
Pesando los pros y contras creo que este factor puedo dejarlo pasar y esperar en el Señor que no tengamos ningún problema más adelante. Mi Papá me dijo algo que es bien cierto: “Si esa vez que conversamos te hubieras animado, ahorita mismo ya tendrías tu casa.”
“Estabas muy indeciso,” continuó, “no sabías si querías o no, que no querías vivir cerca de nosotros… pero nosotros no vamos a estar por mucho tiempo tampoco.”
Esa es una realidad que hasta ahora me cuesta aceptar, pero es muy cierta. En un instante, no sé por qué, me vino a la mente una imagen de Toño en mi misma situación. La casa de su familia es pequeñísima y el no tendría esta misma facilidad que yo para tomar una parte de la casa y poder vivir decentemente allí. Sentí que sería muy ingrato rechazar esta oportunidad que otros simplemente no tienen por un factor que probablemente no se cumpla.
En la hora del almuerzo les consulté a mi Mamá y a mi hermana si estaban de acuerdo con que yo tomase el segundo piso de la casa. Ambas aceptaron. Mi hermano mayor está en Estados Unidos, casado y con hijos y con una vida propia. Mi otro hermano está en Lima y tengo que consultarle a él, pero ya prácticamente el desea quedarse en Lima por lo que no creo que encuentre ninguna dificultad de su parte. Adicionalmente, no es él quien decide quién se queda con qué parte de la casa (heh), es sólo una formalidad de mi parte.
Así que acepté.
Pros
– El precio se reduce gigantescamente.
– No tengo que cumplir los requisitos ni caprichos de un Banco para pedir un préstamo. Juntar dinero en el chanchito alcancía es ahora viable. No tengo que estar 20 años amarrado.
– Es mi barrio, es mi casa, es el ambiente de siempre.
– Hasta que encuentre a una maravillosa esposa, cuento con la ayuda de mi familia para la comida, ropa limpia y quizás otros detalles. Quiero coger varias de estas responsabilidades, pero los que viven solos me dicen y saben lo fregadamente difícil que es mantener una casa ordenada cuando se es soltero.
– La distribución es buena, los cuartos son grandes.
Contras
– Vivo cerca de mis padres. Hay privacidad e independencia, sí — pero para llegar a la casa basta con caminar un poquito y subir unas escaleras y ver cómo estás, pasaba por aquí y oh, por qué llora tanto el bebé, ustedes no saben, así no se hace, déjame a mí, blah, blah, blah.
– La distribución ya está hecha. Hay unas puertas que me gustaría mover de sitio pero por las columnas es difícil. Ah, y no tengo planos de la casa. Go figure.
– La construcción va a ser un proceso largo. Iré comprando los materiales que se puedan y luego tiene que pasar otro tiempo más largo para juntar el dinero para la mano de obra y los materiales más inmediatos. No es como un préstamo que tengo el cash al toque.
– Es un segundo piso. No me gusta mucho la idea de vivir en alto.
La ventaja más importante que tengo actualmente es esta: tengo tiempo. No estoy casado como para tener la presión de conseguir un lugarcito, ni preocupaciones similares. Eso no significa, obviamente, que voy a dejar pasar otros cuatro años en vano. Aún mi Mami se sorprendió con la forma decisiva con que estoy tomando las cosas. Era como ver sus ojos diciendo “Ya ya?”
Por supuesto, todo esto está sujeto a la Voluntad del Señor, pero de algún modo sé que cuento con Su aprobación, que ya es el tiempo (o quizás ya me pasé, haha).
Hay cosas por planificar, costos por ver y tiempos por estimar. Mi Papá va a buscar un maestro para que le calcule cuánto costaría y qué materiales se necesitan en uno de estos días. Entonces sabré qué cosas se pueden ir comprando según el precio y en qué mes se iniciará la obra según los ahorros que haga mensualmente. Todo esto es fascinante, pero no es algo que sucederá de la noche a la mañana sino que será un proceso largo de ir ahorrando y ahorrando, e ir soñando y soñando. :)
Sería excelente ver de inmediato el dinero en las manos, los maestros trabajando, la pintura secando, etc. Pero esto será más un ejercicio de paciencia, de saber esperar, de tomar las cosas con calma y con mucha, mucha visión.
Acabo de recordar una frase que me dijo mi primo de las cabinas: “las oportunidades no se esperan, se crean.” Hoy me doy cuenta que he perdido mucho tiempo porque simplemente nunca deseé realmente tener una casa. Si me hubieras dicho eso hace unos tres días atrás te hubiera respondido: “estás loco, por supuesto que quiero una casa!” — pero la verdad es que no lo deseaba realmente. Era una meta que siempre estaba aplazada para el futuro. Estaba esperando una oportunidad cuando las cosas “estuviesen mejor,” pero el futuro siempre es prometedor, el presente pesado y el pasado un remordimiento. Si me hubiese propuesto: “tendré una casa para el 2006,” las cosas habrían sido diferentes, me habría dado cuenta de que oops, el 2006 está a la vuelta de la esquina y no estoy ahorrando absolutamente nada. ¿Qué barreras mentales te has puesto tú? ¿A qué tiempo llamas “el futuro, más despues”? ¿2007? ¿2010? ¿Cuándo piensas poner acción y hacer tus sueños realidad?
Hay una historia china de cierto maestro y su discípulo. El discípulo preguntaba al maestro: “Maestro, ¿qué debo hacer para alcanzar la sabiduría?” El maestro le dijo: “Sígueme,” y lo llevó al río.
“Mete tu cabeza en el agua,” le dijo al discípulo que obedeció. Inmediatamente el maestro cogió fuertemente la cabeza del muchacho con la intención de ahogarlo. El muchacho, ya sin oxígeno, luchaba contra el fuerte brazo del maestro para poder salir del agua. Finalmente, fue más allá de sus fuerzas logró liberarse y respirar.
Mientras el discípulo recuperaba el aliento, el maestro le preguntó: “¿Qué era lo que más querías hacer cuando estabas bajo el agua?” El discípulo le respondió, sorprendido: “¡Respirar!”
El maestro lo miró a los ojos y le dijo: “De la misma forma debes desear alcanzar la sabiduría.”