No seas ignorante

Una de las cosas que aprendí de Amador fue a no tener miedo de decir “No sé.” Hacía varias preguntas en los estudios bíblicos que teníamos, pidiendo aclaraciones y significados de palabras. Recuerdo que una vez preguntó qué significaba “membresía” y varios en la clase se rieron.
Pero algunos soltaron una sonrisa forzada y me percaté que ellos tampoco sabían qué significaba esa palabra. Y quizás jamás sabrían el significado si Amador no hubiera hecho la pregunta.

Uno de los primeros pasos al conocimiento es reconocer nuestra ignorancia con humildad. “Nadie nació sabiendo” es una frase conocida, pero quisiera que fuese aún más conocida la frase “Prefiero ser ignorante 5 minutos que serlo toda mi vida.” Tenemos que perder esa verguenza de pedir que se nos vuelva a explicar algo cuando no entendemos, sobre todo si recibimos clases de alguien. Es decir, estás pagándole a alguien para que te enseñe; no te está haciendo un favor, sino que es su deber hacerte entender — sea el colegio, sea la universidad o clases particulares, no debes perder la claridez del asunto y exigir un entendimiento.

Ser ignorante no es malo. Lo malo es no hacer algo al respecto y preferir, conscientemente, permanecer en ese estado de ignorancia. Nadie admira a un ignorante, sino a aquel que no tiene miedo de decir “No sé, explícame.”

Hace varios años atrás trabajé para mis primos, y estaban hablando de comprar tubos galvanizados. Yo debía tener algo de 18 años. Les pregunté cuál era la diferencia entre un tubo normal y uno galvanizado. No me entendieron la pregunta, quizás sorprendiéndose por mi ignorancia, y cuando volví a preguntarles me contestaron que la diferencia era que “uno estaba galvanizado y el otro no.” Se burlaron de mí e hicieron mofa de mi colegio. Y ojo que no era que no supiesen qué cosa era un galvanizado (uno de ellos es ingeniero industrial).

Adelantemos la cinta a hace un mes atrás, estaba con Marietta e Ivette en mi oficina, ambas retándose con problemas de matemáticas en mi pizarra. Ya olvidé exactamente lo que estábamos viendo, pero era una cosa muy similar a variables de programación, donde reemplazas un símbolo por una operación matemática. No importa. Ivette dijo, “Ahora vamos a dejarle un problema a Jaime,” y contesté “Ok,” más por compromiso que por interés en la materia — ya que, como la mayoría, he tenido dificultades con las Matemáticas en el colegio.
“No te preocupes,” me dijeron ambas. “Es fácil.”
Bien, se me hizo fácil porque se parecía mucho a programar, pero ese no es el punto. El punto es que tuve dificultades con cosas más básicas, como restar dos números grandes. Hace mucho tiempo que no resto en un papel y he huído de eso como la plaga, y cuando Ivette notó una ligera pausa en mí me guió, de manera muy natural, sin sorprenderse ni inmutarse, ni mucho menos burlarse. Proseguí con el problema y hubo una suma de otros dos números grandes, a lo que Marietta dijo “¡Yo lo hago! ¡Yo lo hago!” y yo baratamente accedí, “A ver, hazlo.”
Quiso hacerlo porque podía aplicar allí un atajo matemático que les enseñaron para ahorrar tiempo en el examen de admisión. Así que hizo la suma velozmente. Luego me explicó lo del atajo que su profesora les había enseñado y pensé que eso sería todo.
Pero no fue así; Marietta cogió la mota, borró la suma y dijo, “Así es como normalmente lo haces.” E hizo la suma lentamente. Luego al lado me mostró la otra forma (que usa multiplicaciones) para demostrarme cómo se obtenía el mismo resultado en menos tiempo.

Ya me olvidé qué pretendía ilustrar con ese contraste, pero contarles esto me trajo a memoria otra frase que todos debemos de taladrarla en nuestro cerebro: “La grandeza de un hombre se ve en su trato a los más pequeños.”

Oh, ok, ya recordé. No intentes aprender de personas que no saben enseñar. Ni siquiera te juntes con personas que encuentran gracioso tu falta de conocimiento. Se vale sorprenderse, pero nunca burlarse, ni mucho menos dejar la pregunta sin contestar. Tienes que aprender a diferenciar a aquellas personas que quieren ayudarte a crecer y a aquellas que les es indiferente. No dejes que la burla o la opinión de otras personas te limite en lo que puedas aprender. Tú mismo no te cierres en lo que puedes llegar a aprender. No, no sabes nada de computación, perfecto, no hay por qué avergonzarse. No, no te entra matemáticas en la cabeza, muy bien, es bueno que lo reconozcas abiertamente. No puedes ni patear bien una pelota, yo tampoco. No lo niegues. No te engañes a tí mismo ni te averguences de tí mismo. No lo niegues. No pretendas que no existe, ni que va a desaparecer si no piensas en ello. Te haces daño.
Coge tu libro. Inscríbete en clases. Postula. Pregunta. Averigua. Desarma. Actúa.

Mi hermana terminó la Secundaria teniendo más de 30 años y es una de las mejores cosas que ella ha hecho en su vida. Estamos muy orgullosos de ella. Nunca. Es. Tarde.

“No seas ignorante,” suena de algún modo… despectivo. Pero lo escribo de todo corazón como un consejo. No elijas ese camino. Espero que decidas tomar acción definitiva y busques aprender esas cosas que nunca aprendiste bien, porque quiero que experimentes otro miedo. Miedo de tí mismo. Miedo cuando destapes tu verdadero potencial y de qué tan lejos puedes llegar. Miedo de descubrir que las barreras que pensaste eran incruzables ahora las puedes cruzar todas. El mismo miedo que te dió al aprender a manejar bicicleta y salir solo a la calle por primera vez: todos los caminos abiertos y esperando únicamente a que empieces a pedalear a través de ellos.

No estás solo. No estás sola. Y te prometo que si te caes, ninguno de nosotros se va a reír de tí.

5 Replies to “No seas ignorante”

  1. “La grandeza de un hombre se ve en su trato a los más pequeños.

  2. Han vuelto a mis recuerdos otros detalles, un buen ejemplo:D

  3. […] Login « No seas ignorante ¡Felicitaciones Rudy! » […]

Comments are closed.